¡Hola! Me gustaría que leyerais una noticia que apareció hace unos meses en el diario EL MUNDO sobre una chica que padece agorafobia.
Podéis leer la noticia en este link:
¿Alguna vez habéis sentido algo parecido?
Tengo una enfermedad que me impide salir de mi habitación. Me paso el día entre ordenadores, sin tener más contacto con el mundo exterior que el ofrecido por internet, y no puedo tocar a la chica de la que estoy enamorado. Me llamo Derek y este es mi mundo.
miércoles, 6 de febrero de 2013
martes, 5 de febrero de 2013
Más reflexiones
Me encanta que los lectores de la serie Terror en la red no dejen de pensar en los peligros de las redes sociales. Quién sabe, quizás este libro publicado por edebé no sólo sea divertido y entretenido sino que puede hacer reflexionar...
Esto es lo que me cuenta Marc, de catorce años.
Esto es lo que me cuenta Marc, de catorce años.
A mí no
me interesan en absoluto las redes sociales, me parecen una pérdida de tiempo y
un engaño al hacerte creer muy sociable y popular cuando la verdad es que no te
relacionas para nada. Puede sonar a tío aburrido pero para mí donde haya un
buen libro que se quite todo lo demás. Detesto ver a mis amigos todo el día
tecleando en sus móviles como si no existiera otra cosa en el mundo, no se diferencian mucho de un zombie.
Me dan ganas de gritarles: “¡La tecnología os está friendo el cerebro!”.
Un pequeño fragmento de "El chico que vivía encerrado en una habitación"
¿Cuál es vuestro fragmento o diálogo favorito del libro? Nerea de Bilbao (qué casualidad que se llame Nerea) me escribió anoche un email diciendo que "éste" párrafo le había marcado mucho. Así que se me ha ocurrido pediros que, por favor, me enviéis vuestro párrafo preferido del primer libro. Ah, y si me decís también por qué os ha gustado... ¡mejor que mejor! Abrazos! D.
-¿Quiénes sois? - preguntó entre susurros.
-Rehenes.
-¿Rehenes?
Alex se acercó a uno de ellos, pero, cuando estiró la mano para tocarlo, éste se estremeció, doblando todavía más las rodillas y lanzando un gemido aterrador.
-Déjala - dijo una voz desde otra esquina -. Se está volviendo loca, como todos nosotros.
-Pero..., ¿cuánto hace que estáis aquí? - preguntó Alex.
-Yo llevo aquí más de tres semanas - dijo la misma voz -, y ella, más de dos semanas...
-Y yo, diez días - añadió una segunda voz.
Alex no podía creer lo que escuchaba. Estaba encerrado en una mazmorra oscura con tres personas más, una de las cuales llevaba tres semanas, nada más y nada menos que tres semanas, metida ahí dentro.
-¿Quiénes sois? - preguntó entre susurros.
-Rehenes.
-¿Rehenes?
Alex se acercó a uno de ellos, pero, cuando estiró la mano para tocarlo, éste se estremeció, doblando todavía más las rodillas y lanzando un gemido aterrador.
-Déjala - dijo una voz desde otra esquina -. Se está volviendo loca, como todos nosotros.
-Pero..., ¿cuánto hace que estáis aquí? - preguntó Alex.
-Yo llevo aquí más de tres semanas - dijo la misma voz -, y ella, más de dos semanas...
-Y yo, diez días - añadió una segunda voz.
Alex no podía creer lo que escuchaba. Estaba encerrado en una mazmorra oscura con tres personas más, una de las cuales llevaba tres semanas, nada más y nada menos que tres semanas, metida ahí dentro.
¡Otra reflexión!
Me encanta que no dejéis de enviarme nuevas e interesantes reflexiones sobre los peligros de las redes sociales. Me gusta aun más que tanto chicos como chicas nos estéis enviando opiniones. Hoy, Jaime, de 15 años, nos dice lo siguiente:
“Yo me enganché a Facebook desde el primer día y de una forma tan bestia que mis padres acabaron preocupándose. Siempre que tenía un momento me conectaba y podía pasarme horas frente a la pantalla. La cosa se puso seria y empezó a afectar a mi rendimiento en el colegio. Lo más ridículo es que dejé de pasar tiempo con mis amigos de carne y hueso para dedicárselo a completos desconocidos. Al final entendí que debía bajar el ritmo por mi propio bien. Sigo metido en Facebook pero me lo tomo con calma. He dejado de ser “el chico encerrado en una habitación” J.
“Yo me enganché a Facebook desde el primer día y de una forma tan bestia que mis padres acabaron preocupándose. Siempre que tenía un momento me conectaba y podía pasarme horas frente a la pantalla. La cosa se puso seria y empezó a afectar a mi rendimiento en el colegio. Lo más ridículo es que dejé de pasar tiempo con mis amigos de carne y hueso para dedicárselo a completos desconocidos. Al final entendí que debía bajar el ritmo por mi propio bien. Sigo metido en Facebook pero me lo tomo con calma. He dejado de ser “el chico encerrado en una habitación” J.
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